El suicidio que deja al descubierto la industria del sexo disfrazada de salas de masaje en Londres

0
340

La travesía de muchas mujeres que emigran de países como China, Taiwán, Malasia, Filipinas y Tailandia hacia el Reino Unido en busca de mejores oportunidades muchas veces termina en tragedia, sobre todo cuando se vuelven esclavas de una fuerte industria de sexo que les vende el “sueño británico”.

Tras el suicidió de Anna en 2009, cerca del aeropuerto londinense de Heathrow, su amiga Jenny Lu decide contar su trágica historia en la recién estrenada película “la Recepcionista”.

“Conocí a Anna en Chinatown (el barrio chino de Londres) durante una cena. Parecía una chica muy normal”, dijo Lu. Poco se imaginaba entonces el funesto destino de aquella joven china que estaba por convertirse en su amiga. Y menos aún que su suicidio dejaría al descubierto una sórdida cotidianeidad de abusos.

“Vino de una pequeña aldea de China a Londres porque quería vivir mejor. Pero terminó llevando una doble vida, me sentí bien triste. ¿Cómo es que nadie sabía de esto?”,  contó Lu a BBC Mundo.

El sueño británico

Su amiga cuenta que Anna llegó a Reino Unido con un matrimonio amañado. “La casaron con un británico, pero él no tenía trabajo”, cuenta la documentalista.

“La familia de Anna había pagado mucho dinero para arreglar el casamiento y ella también tuvo que trabajar duro para cubrir la deuda que aún tenían”, explica.

Muchas mujeres al igual que Anna han llegado desde sus países incluso con pasaporte falso, muchas de ellas divorciadas, deseosas de ofrecer una mejor vida a sus hijos.

La mayoría de ellas, como le pasó también a la protagonista de esta historia, no tardan en darse cuenta que sobrevivir en la capital británica en esas condiciones es mucho más difícil de lo que pensaban.

Ante eso, no son pocas las que empiezan a trabajar en salones de masaje, así disfrazan a los prostíbulos en Londres.

Lu llegó hasta uno de esos lugares, tras la muerte de su amiga, para investigar sobre la vida que llevaba Anna en la capital Británica.

Y allí pudo hablar con las que fueron sus compañeras de trabajo y descubrir que, tras la fachada de un negocio normal, se esconde todo un mundo de abusos físicos y extorsiones, reporta la BBC.

Un despertar brutal

“Dicen que lo van a dejar a los pocos meses o al año… pero la mayoría se acostumbra al dinero rápido. No quieren hacer otros trabajos en los que el sueldo es menor, piensan que no podrán seguir adelante si no hacen lo que están haciendo”, cuenta Lu.

Durante sus investigaciones para el documental, supo que las empleadas de estos locales de masaje suelen tener sexo con algunos clientes, a quienes les cobran unas 120 libras (más de $150) por relación.

Una escena

El 50 y 60% de ese dinero se lo deben entregar los dueños de los salones, quienes aseguran que ofrecen “protección” a las mujeres.

Si no pagan, las golpean, les roban y las violan, asegura la cineasta.

Además, no suelen atreverse a salir de sus lugares de trabajo, por miedo a que las descubran sus vecinos. “Así que trabajan día y noche, siempre con las cortinas bajas. Pero a pesar de ello, asegura que les cuesta dejar el trabajo por miedo a no encontrar una alternativa”

Así “es como ellas mismas cavaran el agujero en el que se hunden”, dice Lu. “Son muchas las que no consiguen salir. Se convierten en una persona sin alma”.

“Algunas de sus amigas piensan que (se suicidó porque) se sintió presionada por su familia, que le exigía que le mandara dinero”, explica la documentalista.

Por si esto fuera poco Anna le había prestado dinero a alguien para abrir un restaurante y cuando le pidió a esta persona que le devolviera lo prestado, ésta la amenazó con que le diría a su familia qué hacía para vivir.

Su amiga cree que Anna entró en pánico “Hay quienes también creen que nunca terminó de aceptar que trabajaba en lo que trabajaba y que cada día era una batalla nueva”.