El mundo católico gira su vista hacia la virgen de Fátima

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El Santuario de Fátima, uno de los más visitados del mundo, está localizado a 120 kilómetros de Lisboa, en el macizo de Extremadura. Cómodos autobuses permiten llegar a los viajeros desde la Capital de Portugal en menos de hora y media. La experiencia del viaje sorprende incluso a los no creyentes: “Nunca he estado en un lugar donde se aglutinen multitudes en torno a un culto, con mayor serenidad” dijo un turista laico, impresionado por la calma y el silencio visual que rodean la peregrinación. Existen numerosas posadas y hoteles en los alrededores y hay pequeñas tiendas de artículos religiosos en el trecho peatonal que separa la estación de transporte del Santuario. Pero al penetrar en este es notable la vastedad de los espacios abiertos a esa metáfora perfecta de la presencia del cielo, así como el predominio de la piedra blanca en el complejo de los edificios que se fueron añadiendo a la capilla de las apariciones.

Este domingo 13 de mayo se celebra el centenario de la aparición de la Virgen de Fátima en Portugal. La imagen de la joven resplandeciente y vestida de blanco que le habló a tres pastorcitos de la aldea de Cova de Iría, en la población de Fátima, no sólo estará expuesta en la pequeña capilla de Portugal, que recibe la visita del Papa Francisco y de miles de peregrinos. Además de las numerosas iglesias de todo el mundo católico que a lo largo de este fin de semana celebran el aniversario, incluyendo las parroquias de Saint Timothy y Saint Joseph, en Miami, desde el viernes 12 de mayo se expone también una imagen peregrina de la Virgen de Fátima en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York.

El Papa Francisco aterrizó esta tarde a Portugal para rendir homenaje al centenario de las apariciones de la virgen de Fátima, mientras una marea de peregrinos se vuelca hacia esta pequeña ciudad a 150 kilómetros al norte de la capital, Lisboa. Se estima que un millón de fieles asistirá a la misa de canonización del sábado por la mañana, en la que Jorge Bergoglio proclamará la santidad de dos de los tres pastorcitos a los que seis veces se les apareció la Virgen desde el 13 de mayo de 1917, hace exactamente cien años.

El Papa Francisco llega a Portugal para la celebración.

 

En el lugar donde, a petición de la madre de Jesús, se construyó el santuario, una urna de vidrio guarda la pequeña estatua que la representa. Lucía dos Santos (1907-2005), la mayor de los tres pastores a los cuales “descubrió el misterio de su corazón”, solía confesar su insatisfacción con las esculturas humanas: todas las imágenes le parecían “feas” comparadas con la visión que había tenido. La niña que tomó el nombre de Lucía de Jesús al ingresar al convento sobrevivió largo tiempo a sus primos Francisco y Jacinta Marlo, que murieron en 1919 y 1920 respectivamente, y fue la encargada de transmitir los mensajes que han hecho tan famosa la aparición.

Para comprender su alcance es importante saber que una de las primeras cosas que les pide la Virgen en las sucesivas apariciones junto a la encina más grande de la aldea, que se repitieron los días 13, desde mayo a octubre de 1917, es que aprendan a leer. Por ello, según las memorias de la religiosa, cuando escucharon que se requería mucha oración para que Rusia se convirtiera y no “esparciera sus errores por el mundo”, los tres niños que entonces no sobrepasaban los diez años, pensaron que “Rusia” era “una señora muy mala”. El impacto de ese mensaje obedece al anuncio de que si bien la Primera Guerra Mundial acabaría pronto, si el mundo no rectificaba sus caminos, comenzaría otra guerra peor y varias naciones serían aniquiladas, lo que en efecto sucedió.

Además, como declara el presbítero Eloy Bueno de la Fuente, autor del libro El mensaje de Fátima, el totalitarismo no sólo se instauró bajo el régimen bolchevique. Ocurrió también que “el miedo a la expansión comunista en otros países condujo al establecimiento de gobiernos totalitarios (Italia, Alemania, Portugal, España)”. Los restos de Lucía y de sus primos reposan en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario. En sus escritos, la religiosa de claustro evocaba la experiencia de ese tiempo diciendo que se habían sumergido “en la inmensidad del Ser supremo de Dios (…) el gran Océano donde habitamos” y decía: “…ahí me sumergí y nunca más salí”.

Entre los edificios que se construyeron posteriormente, el primero que ve el visitante es el Centro Pastoral Pablo VI. Antes de entrar a la capilla de la iglesia de La Santa Trinidad, donde también se reza el rosario, la visión del visitante es un amplio estanque de agua con una roca. La arquitectura propicia la distribución espaciada de algunas obras de arte sagrado como la “Pastorinha”, de José Rodrigues o el “Cristo Resucitado”, de María Irene Vilar; y da espacio al silencio contemplativo. Incluso los peregrinos que caminan de rodillas en la capilla de las apariciones parecen hacerlo sin dramatismo y lo mismo ocurre con las velas que se encienden por decenas en una gran hornilla de hierro. Junto con otros edificios como las Casas de Retiros de Nuestra Señora del Carmen y de Nuestra Señora de los Dolores y el Albergue del Peregrino, o la nueva Basílica de la Santísima Trinidad, hay monumentos de profundo simbolismo como una enorme cruz en medio de la plaza abierta o un módulo de hormigón del muro de Berlín.