Quentin Tarantino se adentra en la mente criminal de Charles Manson

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Quentin Tarantino, el  actor y director estadounidense ganador de dos Óscar, del Globo de Oro, la Palma de Oro y el premio BAFTA, de 54 años regresa con la película más esperada: Charles Manson, sus crímenes y su locura.

El cineasta se internará en lo más profundo del siniestro clan asesino. También se expondrá el explosivo clima de revolución sexual de los prodigiosos años 60, publicó el sitio informativo Infobae.

Al parecer, Tarantino no tendrá que recurrir a la ficción, como en su estremecedora Bastardos sin gloria, en la que imaginó deseo profundo la muerte por fuego y metralla de Adolf Hitler y todos sus jerarcas en el colosal incendio de un cine.

El periódico infobae.com informa que esta vez, su cámara y su genio penetrarán en la vida, la locura y los crímenes de Charles Manson (82) y sus acólitos (sus esclavos) , que en la noche del 8 de agosto de 1969, en un “raid” sangriento, masacraron a puñaladas a la bellísima actriz Sharon Tate y a cinco de sus amigos, y un poco más tarde, al matrimonio de Leno y Rosemary LaBianca.

La publicación comparte que la barbarie sucedió en Los Ángeles. Sí en ese mundo de verdes colinas, mansiones, piscinas de agua celeste, palmeras, el glamour de Hollywood y sus estrellas…, pero también el oculto pero sórdido escenario elegido por los grandes de la novela negra.

Pero, ¿Quién fue, quién es Charles Milles Manson, la bestia negra de los días del hippismo, la droga y la revolución sexual?

La nota destaca que a priori fue un hombre insignificante. Breve de cuerpo (apenas 1.57 metros de altura), cara común pero signada por ojos de extraño brillo y, al parecer por testimonio de sus chicas, de una sexualidad inagotable.

Nació el 11 de noviembre de 1934 en Cincinnati, Ohio, de madre precoz (Kathleen Maddox tenía 16 años) y padre que no llegó a conocer: un matón, Walker Scott, que rápidamente huyó de la casa.

Procreado por una madre alcohólica y condenada a cinco años de cárcel en 1939 por asalto a una estación de servicio que tuvo un efímero matrimonio con un obrero de nombre William Manson: inocente portador de un apellido trágico.

El medio electrónico menciona que Charles debutó en el delito en 1947, a sus 13 años: robo en un supermercado. Reformatorio. Fuga cuatro días después, con un amigo. De 1951 en adelante, más asaltos y robos de autos. Acumuló ocho cargos, lo liberaron en 1954 por buen comportamiento, se casó con la enfermera Rosalie Jean Williams, tuvo con ella su primer hijo, y hasta 1967 no hubo noticias de él… salvo su interés por el esoterismo y la filosofía oriental, acaso para matar el tedio carcelario.

Al parecer ese mismo año se mudó a San Francisco, arribó en un departamento prestado en Berkeley, un ladrón de bancos le enseñó a tocar la guitarra eléctrica hay coincidencias acerca de su módico talento musical, vivió como un indigente, y arrastró con él a la bibliotecaria Madison Brunner.

Y empezó entonces la verdadera historia del clan. De la Familia Manson. En poco tiempo, además de Madison, llegó a convivir con dieciocho mujeres: un atleta del verano del amor del 67, que explotó en festivales y concentraciones hippies: para él, tan fácil como pescar en un barril.

Hacia el fin del verano consiguió robado, posiblemente un autobús escolar, lo inundó de alfombras y almohadones de colores, y con nueve de sus chicas recorrieron medio Estados Unidos.

¿De qué vivían? De la prostitución. Cuando llegaban las cuentas a las muchas casas que alquilaron o usurparon, las hacía pagar con sexo de sus adoratrices.

Aunque, el 15 de abril de 1968, Brunner le dió un segundo hijo: Valentine Michael. De a poco, el monstruo que sería, pero todavía solo un marginal, un vagabundo, parecía destinado a la música, en especial cuando conoció a Dennis Wilson, el baterista de The Beach Boys, al que conquistó besándole los zapatos.

No obstante, la semilla del Mal empezó a germinar en su cabeza. Imaginó que los Estados Unidos estaban al borde de una eclosión devastadora: la batalla final entre negros y blancos triunfantes los primeros, preludio del Apocalipsis de San Juan… mezclado con música de The Beatles, esclavitud sexual, odio hacia los pigs (cerdos), drogas de todo tipo y color, y atracción como imán de chicas de buena posición social pero ávidas de aventuras, engañoso contraveneno de sus convencionales vidas.

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Pero fue en junio del 69, que Manson reunió a sus esclavas sexuales y les dijo que estaban llamadas, con él, a señalarles a los negros su Helter Skelter (nombre tomado de un tema de The Beatles que alude a la escalera de caracol de un monumento londinense).

Y empezó a rondar el 10050 Cielo Drive, Beverly Hills, California, mansión alquilada por Roman Polanski y Sharon Tate.

Aunque, en la mañana del 8 de agosto de 1969, Manson totalmente desquiciado les ordenó a sus esclavas y primeras amantes Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel asaltar la casa y “acabar con ellos de la manera más horripilante posible”.

Como autómatas, las tres obedecieron la orden del amo. Esas noche, en la casa, estaban Sharon Tate (Polanski filmaba en Londres), embarazada de ocho meses, su amigo Jay Sebring el peluquero de las estrellas, el guionista Wojciech Frykowski, y su novia, Abigail Folger (rica heredera de un emporio de café).

En la medianoche del 9 cortaron la línea telefónica. Susan, Linda y Patricia entraron con bolsas llenas de ropa limpia y afilados cuchillos. Tex Watson, el único hombre del grupo, iba armado con un revólver y, sobre su hombro, llevaba una cuerda de nylon de trece metros. En ese momento salía de la casa un auto manejado por Steven Parent (18) amigo del cuidador de la mansión. Watson no perdió tiempo: lo mató de cuatro balazos en el pecho. Y el resto fue el infierno en la tierra: Sharon Tate y sus amigos murieron asesinados a balazos y puñaladas. Tantas que, contadas por la policía, rompieron la barrera de las cuarenta.

Terminada la masacre, sobre una pared y con sangre, escribieron pig (cerdo). Cebados de sangre, llegaron al 3301 de Waverly Drive, la casa de Leno LaBianca, ejecutivo de un supermercado, y de Rosemary, su mujer, y los cosieron a balazos y puñaladas: 41 de arma blanca solo en el cuerpo de Rosemary… Más de las 16 que terminaron con Sharon Tate y el hijo que latía en su vientre.

Al parecer a ese crimen se sumó Leslie Van Houten, de una copetuda familia y princesa de su colegio secundario.

Por fortuna, la larga serie de crímenes programados se cortó pronto. Susan Atkins, detenida por un delito menor, se jactó entre rejas de la orgía de sangre de aquella noche, y la caída y prisión del clan, como piezas de dominó, fue cuestión de horas.

Fue así como Manson fue condenado a muerte por instigador no mató a nadie con sus manos, pero en 1972 la sentencia fue reducida a prisión perpetua: la Corte Suprema anuló la pena capital en 1972.

Mientras que Leslie Van Houten, que creyó “ver en Manson a Jesucristo”, cumple cadena perpetua.

Susan Atkins, ex bailarina de topless y la más cercana esclava de Manson, murió en prisión en 2009, a los 61 años. Confesó haber matado a Sharon Tate. Luego de oír su sentencia a perpetua, se burló del tribunal y del jurado: “Mejor que cierren bien las puertas y cuiden a sus hijos”, amenazó.

Patricia Krenwinkel, culpable de siete homicidios, tiene 69 años, jura que está arrepentida, y batalla por su libertad condicional.

Linda Kasabian logró inmunidad al declarar contra el Clan Manson. Tiene cuatro hijos y se supone que vive en algún lugar de la Costa Este.

Mientras, Charles Manson morirá en la cárcel de Corcoran, California: tiene 82 años, y recién en 2027 puede pedir libertad condicional. Vive en la misma celda hace 45 años. Solo la abandona unos minutos para buscar papas fritas o chocolatines en una máquina. Se supone que ha matado a más gente, aunque solo se le probó instigación para nueve homicidios. En los últimos años abrazó la Causa Verde: defensa del planeta (¿?). Jura que vive “en el inframundo”. Recibe believe it or not cartas de admiradores. Y algo perverso se ha edificado en torno del espanto que aun imponen su vejez y el deterioro de su cuerpo: los envoltorios de sus chocolatines se venden a 750 dólares…, y sus trozos de papel higiénico -¡¡¡usado!!!, a 500.

¿Alcanzará el genio de Quentin Tarantino para contener tanto horror en las dos horas de un film? En todo caso, puede ser su última prueba de fuego. Dijo que se retiraría después de diez películas… y esta es la número once.