Conoce a la periodista colombiana que dejó su carrera por ser actriz porno

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Amaranta Hank recibió amenazas de su familia por su decisión. Se mudó de ciudad. Dejó atrás su vida, la de todos los días, para empezar un nuevo camino, aunque riñera con los valores.

Su nombre es artístico -producto de un personaje de Cien años de Soledad y un antihéroe protagonista de varias novelas- reflejado en las cuentas que posee en las redes sociales, la acompañarán por el resto de sus días. Se lo debe a Gabriel García Márquez y Charles Bukowski pues antes se llamaba Alejandra Omaña

Es colombiana y era periodista, aunque la lectura y escritura voraz y empedernida le sigan surgiendo a flor de piel. Infobae exploró su decisión.

“Me encanta que me vean teniendo sexo”, asegura Amaranta. “Creo que el periodismo en general no se ha tomado en serio a las actrices porno, solo se acercan cuando necesitan un especial escandaloso para subir el número de vistas. Ahí es cuando hacen algún reportaje a grandes rasgos de lo que puede ser la industria. Pero en general, el porno es lo que no se muestra, es el tema de vergüenza. No es común que un medio acuda a una actriz porno como columnista, analista o fuente, porque para los medios una actriz no es más que un símbolo sexual, no un ser pensante en un trabajo que puede revolucionar el mundo”, dice Amaranta.

Sus casi 86 mil seguidores en Twitter y otros cientos de miles en Instagram reflejan su popularidad. Amaranta Hank se propuso, como principio, apostar a una industria estigmatizada con el afán de proponer algo diferente. Proyectar deseos y fantasías delante de una cámara, sin su ropa, desnudando más que nunca su intimidad.

“Comencé masturbándome frente a cámara. Fue increíble. Realmente me encanta que me vean teniendo sexo. También tenía miedo de no gustarme cuando viera el resultado, porque mi cuerpo no es como el de las chicas que aparecen frente a las cámaras, pero me gustó lo que vi”, asegura.

Su incursión el mundo de la pornografía comenzó por una promesa. El ascenso de Deportivo Cúcuta (equipo de la ciudad colombiana en la que nació Amaranta) tuvo el desnudo cumplido. Desde allí, la debacle familiar y el despegue artístico.

“No me hice actriz porno por dinero, aunque debo reconocer que se gana mucho mejor. No es fácil vivir como periodista, arriesgando la vida por un sueldo que a veces resulta miserable. El porno resulta un buen negocio si comprendes que esto no va a durar toda la vida, que las grandes ganancias son temporales. Soy actriz porno porque me encanta el sexo y porque estoy segura que en la pornografía voy a poder cumplir las fantasías sexuales que no podría en la cotidianidad. También lo soy porque me encanta que me vean tener sexo. Por las demás actrices siento una admiración tremenda cuando sé que hacen porno por placer. Son mujeres libres y valientes”, explica.

Cuando se le cuestiona lo que dice la gente y si la han aceptado responde que nadie puede decirle qué hacer con su cuerpo. “Llegué al porno buscando libertad, no puedo hacerme esclava de lo que quieran con mi cuerpo”, expresa.

Amaranta Hank no defiende el feminismo. Sí la libertad, la cual intentó disfrutar al máximo cuando ejerció el periodismo. Se muestra sorpresiva. Le gusta saber que existe gente que habla de ella, más aún cuando es el sexo el que promueve esas palabras. “Tengo menos sexo que antes, me hice muchísimo más selectiva, pero procuro que cada encuentro sexual sea único”, admite.

Las represiones y los complejos no corren en su vida. Nada de eso. Los estigmas ya no están. La familia quedó a un lado y las opiniones de todos pasan desapercibidas. Su motor es el disfrute, y vaya si le está sacando provecho.