Emma Watson recomienda no compartir tanto en redes sociales, ¿por qué?

0
416

¿Cuánto compartes sobre tu vida privada en Facebook, en Instagram? ¿Cuánto estarías dispuesta a compartir? ¿Dónde acaba tu vida privada y empieza la pública en este mundo social virtual? ¿Cuántas veces miras al día el móvil sin razón? Por inercia. ¿Y cada hora? ¿Cuántas veces compruebas si tienes notificaciones?

Si le hubiéramos hecho estas preguntas a Kim Kardashian hace un año, habría contestado que no había límites. Ahora no hace falta ni preguntarle, ha puesto límites claros a lo que sube a sus redes sociales después del terrible atraco que sufrió en París, o ahora que circulan fotos donde supuestamente se le nota la celulitis en su bien más preciado. Quizá ese sea uno de los casos más extremos de lo que puede ocurrir por la tendencia a oversharing, compartir demasiado. O no. En pleno auge Pokémon, las autoridades se cansaron de repetir que cuidado con poner tu localización o meterse donde no debías.

La sensual y sexy Emma Watson, la que dejó su papel de niña en Harry Potter, para convertirse en la Bella, en su penúltima producción,  recomienda no compartir tanto en las redes sociales.

Hasta hace unos años confiábamos plenamente en la privacidad de nuestros teléfonos móviles, esos aparatitos que siempre llevamos pegados a nosotros, y en la nube, ese lugar virtual que parecía estar por encima del bien y del mal. Emma Watson es la primera que ya ha descubierto en su propia piel que ni siquiera tu móvil es tuyo solo, porque como a Jennifer Lawrence y otras tantas actrices se lo hackearon para descubrir y filtrar fotos suyas desnudas.

Después de ese incidente y de rodar El círculo, Emma Watson lo ha visto muy claro y ha decidido marcar “muchos más límites” entre su vida pública y su vida privada. Algo complicado para ella, teniendo en cuenta que se ha hecho mujer en público a través de toda la saga Harry Potter.

El círculo, la última película de Emma Watson, basada en el libro homónimo de Dave Eggers, llevan todo este debate un paso más allá a un futuro cercano en el que una empresa, una combinación de Google, Facebook, YouTube, Twitter, llamada El círculo, aspira a controlar cada detalle de nuestras vidas.

Apuestan por la transparencia total, por la idea de compartir todo de tal forma que la corrupción política, por ejemplo, se acabe.

Colocan microcámaras por el mundo bajo el supuesto ideal de mantener controlados a los abusadores, para ayudar a los activistas; o para rescatar a empleadas en apuros, como Mae, la que interpreta Emma Watson, al principio un poco escéptica ante la filosofía de El círculo de “Compartir es querer”, pero que, tras el rescate, accede a compartir su vida 24 horas al día (“salvo cuando va al baño”), en un cruce entre El show de Truman y Gran Hermano, y acaba sugiriendo convertir el derecho al voto en una obligación que, además, se pueda hacer desde la propia red social.

¿Es imposible la distopía que plantea El círculo? En parte, sí. En parte, no. En la película, la empresa es tan obviamente mala que parece ridícula. Pero, por otro lado, la realidad sí pasa por que empresas como Google y Facebook crecen y se enriquecen cuanta más información de sus usuarios tienen. Que empleen esos datos para hacer el bien, es lo que tenemos que confiar. Pero las escuchas de EE UU a la población civil pusieron esa confianza bastante a prueba.

“Muchos niños de esta generación tienen su vida entera hecha pública antes incluso de que puedan decir si quieren tenerla. Debería ser siempre una elección. Me encantan las redes sociales, y lo que pueden hacer y cómo une a la gente, pero usadas de la forma equivocada, son increíblemente peligrosas”, explica.

Watson está en todas las redes sociales y las maneja con inteligencia para compartir sus compromisos sociales, como embajadora de ONU Mujeres, sus ideales feministas, sus lecturas, su postura hacia una moda y lujo sostenible… Pero si te fijas, verás que no publica con tanta frecuencia cuando no está de promoción, por ejemplo. Otra de las cosas que aprendió después de El círculo es a desconectarse más.

La desconexión es una de las claves para el éxito de líderes como Anna Wintour. También del éxito de la vida en pareja. Y para estar más cerca de la inalcanzable conciliación. Pero, como dice Charlie Brooker, el creador de esas pesadillas tecnológicas de Black Mirror, que podrían no estar tan lejos, al final, la culpa no es de la tecnología en sí, del móvil o de la nube, el problema somos nosotros, comenta en Glamour.